La última guerra civil europea dejó el continente no sólo desolado y dividido, sino también traumatizado. Los síntomas empezaron a florecer ya desde los primeros años de la postguerra con el abandono de inmensos imperios coloniales y la sumisión política y cultural a EEUU y la URSS. Pero la reconstrucción y un mundo todavía escasamente desarrollado permitieron que la situación europea se estabilizase durante las primeras tres décadas, "les trente glorieuses".
El sistema político-jurídico de la postguerra se construyó sobre la base de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, un papelucho que habían redactado los golpistas burgueses del tercer estado en el Versalles de Luis XVI. De manera que la misma burguesía que había provocado dos guerras mundiales aspiraba a construir sobre las ruinas de Europa y con el apoyo de las tropas americanas acantonadas aquí una hansa transnacional que se daría a conocer como CECA (Comunidad Económica del Carbón y el Acero).
Mientras los yanquis alzaban un imperio talasocrático y los soviéticos se afanaban en construir su paraíso socialista, los europeos se levantaban cada mañana con la esperanza de hacer buenos negocios y de no ir a la guerra, el modelo ideal de sociedad burguesa.
Pero el nihilismo y el hedonismo de una sociedad traumatizada se agravaron como consecuencia del postmodernismo de mayo del 68, cuyas consecuencias han sido devastadoras para los estados europeos. Ni siquiera el tratado de paz más humillante hubiera impuesto una situación como la que sufrimos en estos momentos: con la excepción del eje Rhin-Rodano-Po, Europa es un páramo desindustrializado, ni siquiera existe una industria informática europea y depende para ello de tecnología de EEUU (Google, Apple, Microsoft, Amazon...); la población europea es deficitaria desde hace décadas, y no por culpa de una guerra o un desastre natural, se trata de una población autóctona envejecida y crecientemente estéril que se mantiene gracias a un flujo incesante de inmigrantes extraeuropeos, principalmente venidos de África y Oriente Medio, los cuales no vienen atraídos por la cultura ni la filosofía postmoderna que practica Europa desde hace tiempo, sino que vienen a implantarse con un modelo político y social ajeno al de los europeos. Si utilizamos el lenguaje de la ONU, podemos hablar de una "inmigración de reemplazo", si bien el término ha sido suprimido por razones obvias de su página oficial (nota 1). No es para menos, pues se calcula que dentro de treinta años vivirán en Europa 150 millones de africanos (nota 2).
Si queremos un futuro en el mundo del siglo XXI nos incumbe la tarea erradicar el mal de raíz, siendo insuficiente el detenerse a observar la terrible inercia de la Historia, y mucho menos en confundir síntomas con causas, como les ocurre a muchos compatriotas. Ortega Smith y los suyos son el paradigma de dicha confusión. En uno de sus discursos -por el cual será llevado ante los tribunales de lo políticamente correcto de la progresía- explicaba, según su parecer, cual es "nuestro enemigo común, el enemigo de Europa, el enemigo de la libertad, el enemigo del progreso, el enemigo de la democracia, el enemigo de la familia, el enemigo de la vida, el enemigo del futuro...". Objetivamente la única ideología que cumple esas condiciones y que es además el modelo político dominante en España y en Europa es el Liberalismo. Pero como era de esperar, el vicepresidente de la formación prosionista VOX concluía que el enemigo común es "la invasión islamista". Si bien, esta no es causa, sino síntoma o consecuencia del verdadero cáncer de Europa, el Liberalismo que, entre otras cosas, preconiza la libre circulación de personas, el multiculturalismo y el relativismo en todas sus formas.
La única solución para detener la sangría demográfica pasa por la demolición implacable de la ideología liberal de los derechos del hombre, el neoliberalismo de mercado que ampara la U.E y la ideología de género, acompañada de medidas concretas como la defensa del nasciturus, el futuro ciudadano español desde la formación del feto, la percepción de ayudas económicas por cada hijo, gratuidad total de la educación desde la guardería a la universidad, la promoción de viviendas sociales para facilitar la formación de hogares, pero sobre todo, el estado tiene que tomar la responsabilidad de garantizar, acorde a los intereses de España que, invariablemente, apuntan a la necesario relanzamiento de la natalidad, cuantas otras medidas sean necesarias para repoblar nuestra Nación.
Nota 1
https://eldebate.es/identidad/los-peligros-del-silencioso-pacto-global-de-la-onu-para-la-migracion-ii-20181206#Inmigracion_de_Reemplazo_el_verdadero_objetivo
http://archive.is/oXPAQ#selection-145.13-151.139
Nota 2
https://www.elmundo.es/cronica/2019/04/07/5ca78b1721efa087788b461c.html