El Partido Nacional Republicano es ante todo un partido nacionalista español de lo que, consecuentemente, se deriva su carácter republicano, socialista y democrático. No obstante, existe una confusión generalizada que vincula a todo republicanismo actual con el funesto periodo de la II República. Es el motivo que aleja a algunos compatriotas de nuestra causa. Por el contrario, algunas personas despistadas se acercan con la presunción de que el PNR, en tanto que republicano, simpatizaría con aquella nefasta república del 14 de abril.
Lamentablemente, en nuestros días vemos ondear con cierta profusión las banderas tricolores del republicanismo trasnochado y guerracivilista. Se han colado en medio de las muchedumbres que de manera incipiente e inorgánica comienzan a protestar ante los golpes que les propina el juancarlismo. Es la enseña del resentimiento de los falsarios de cierta “memoria histórica” que identifica a los republicanos in péctore de la izquierda institucionalizada del régimen: PSOE, IU y los grandes aparatos sindicales, flanqueados por una nebulosa difusa de elementos radicales y marginales, mitómanos y nostálgicos que vindican la restauración de una “legitimidad” truncada.
Ese republicanismo amoratado, como su bandera, es el que podría prestar una mano de pintura a este régimen reinventado –ya sin corona– en una suerte de maniobra gatopardista, con un gobierno de “conciliación nacional” afanado en el cumplimiento –rebajado– de los planes de ajuste impuestos por Eurolandia e inmerso en el montaje de una república parlamentaria, debatiéndose entre la federación y la confederación de republiquillas ex españolas.
Republicanos, por supuesto
La monarquía es una institución antidemocrática, pues usurpa una porción de la soberanía popular, adjudicándola a una familia, y niega la igualdad ciudadana: sólo miembros de esa familia pueden ser jefes de Estado. La monarquía juancarlista es ante todo un régimen al servicio del gran capital –financiero y oligopolista–. Y además, se ha instituido sobre la base del pacto de hierro con las oligarquías económicas y políticas del separatismo de Cataluña y Vascongadas. Es eminentemente parasitaria y se ha enriquecido con el expolio y sus manejos de "comisionista".
El Partido Nacional Republicano defiende una república de corte unitario, que implica la supresión de comunidades autónomas, fueros, cupos, conciertos y demás reliquias feudales. Esto es así por dos razones fundamentales: primeramente, para reconstruir en forma democrática la integridad política de la Nación española. En segundo lugar, para la reconstrucción económica de la misma: hasta economistas del sistema admiten que es imposible un desarrollo económico con la carga parasitaria que implican 17 mini-estados, con sus correspondientes presidentes, ministrillos consejeros y sus respectivos séquitos y legiones de secretarios generales, directores generales, embajadas, organismos autónomos, sociedades y demás entes fantasmagóricos que camuflan su gasto fuera de todo control.
No debería de caber la menor duda de que o erigimos un Estado español centralizado en forma republicana moderna, con una banca pública y el 70% del gasto en manos del gobierno central –al contrario de lo que sucede ahora–, o caeremos en una situación tercermundista de colonia de Alemania.
Deshacer equívocos
El Partido Nacional Republicano considera a la II República una experiencia desastrosa: una república liberal parlamentaria burguesa, que culminó con una fase estalinista-separatista, propiciando el triunfo de Franco y de todo lo que ha venido después.
Ninguna de las fuerzas políticas que concurrieron en esa república era democrática; todas ellas sólo perseguían su propia dictadura. Y ninguna de ellas rebasaba en sus programas el orden social capitalista.
A diferencia de quienes quieren volver a la II República, el Partido Nacional Republicano postula la necesidad de:
- Una república unitaria, sin cortijos autonómicos, como los que comenzó a reconocer la II República en su “estado integral”.
- Una república democrática presidencialista, no liberal parlamentaria.
- Una república laica, no confesional, pero ajena al anticlericalismo tabernario de analfabetos y asaltadores de conventos como el que impulsó la II República.
- Una república socialista –con socialización de la banca, grandes sectores estratégicos y servicios– y no una república pequeñoburguesa, con algunas cutres colectivizaciones anarquistas en el 36, que fueron disueltas a tiros por los comunistas.
Nuestra propuesta republicana no tiene nada que ver con la II República. Es lógico que con las banderas ocurra lo mismo: El Partido Nacional Republicano defiende como bandera de la III República la bicolor, roja y gualda.
No somos los únicos republicanos que rechazamos la II República, su ideario, su historia y sus símbolos. No se puede volver atrás en la historia. Y si fuese posible, no querríamos volver.