Sabemos que nuestro posicionamiento ante el sindicalismo no gusta… a los sindicalistas. Que no guste a los “oficialistas” de UGT y CCOO es fácilmente comprensible. Que no guste a los “alternativos”, también. Por muy alternativos que se consideren. Los sindicalistas son, por definición, ajenos al combate político. Su “lucha” es otra, laboralista, sectorial, reformista. Incluso los hay que todavía viven anclados en siglos pasados y seducidos por el fetiche del huelguismo.
Algunos nos acusan por denunciar la pasada huelga general como una teatralización convocada por el frente sindical del régimen juancarlista. Hemos dicho que «los sindicatos del régimen han dado el paso obligados por las circunstancias, mediante la adopción de las regladas medidas de conflicto colectivo, llamando a los trabajadores a participar en su estéril ritual huelguístico, una espita con la que desfogar tensiones, cuyos efectos resultan tan inocuos para los planes de ajuste como desmovilizadores».
Para ellos, el hecho de que fuera secundada por otros sindicatos y trabajadores no afiliados es razón suficiente y justificadora de su “utilidad movilizadora”. Caen en el más puro seguidismo oportunista. Más patético que verlos a remolque de Méndez, Toxo y los demás prebostes del juancarlismo es escucharles justificar su apoyo aunque de una manera crítica, dicen. Pero lo que no dicen es que con su “apoyo crítico”, en definitiva, defienden el acatamiento de las reglas del régimen en la lucha de los trabajadores españoles, su supeditación a la paz social, su encauzamiento dentro de los límites del régimen. Dicen que es muy realista esto. Lo que sí es, es una traición en toda regla a los españoles.
Esos sindicalistas “críticos” descalifican como desmovilizadores nuestros posicionamientos diciendo que nuestra propuesta se limita a sustituir la huelga general por una rebelión nacional. Pero esto no es más que una tergiversación. El PNR tiene un único objetivo: la demolición del régimen juancarlista mediante la lucha política. Para ello advierte que de nada servirán las teatralizaciones que promueve el régimen y que forman parte de su esencia, como el parlamentarismo, las elecciones o la “lucha sindical”. Advertimos que el régimen sólo caerá cuando todos los españoles –trabajadores, parados, estudiantes, jubilados, autónomos, pequeños y medianos empresarios, funcionarios, amas de casa, etc.– protagonicen una rebelión nacional que tenga por lugar las calles de nuestras ciudades, mediante el acoso de las instituciones del régimen. Más concretamente, a los trabajadores les corresponde la labor de organizarse al margen del sindicalismo juancarlista, en asambleas soberanas en sus centros laborales. Sólo quienes cumplen con el papel de tontos útiles del régimen pueden decir que esto es desmovilizador. ¡Ojalá todos los sindicalistas “alternativos” se pusieran manos a la obra, abandonasen su decimonónico fetichismo huelguista y se pusieran manos a la obra! Pero por si esto no fuera suficiente les proponemos otra tarea: construir el Partido, el partido de la reconstrucción nacional, republicana y socialista de España.
Quienes proponen tener los pies en el suelo para plantear “alternativas reales” repiten el discurso del sindicalismo juancarlista. ¿En qué se diferencian del reformismo de Méndez, Toxo o Rajoy? Piensan en parchear la situación a la espera de que la tormenta escampe. En eso está la monarquía de los banqueros, su oligarquía y su clase política. Evidentemente, a este tipo de “alternativos” o incluso de “revolucionarios realistas” sólo podemos merecerles una condena. Al fin y al cabo somos los únicos que les recordamos su condición de esclavos amaestrados del gran capital. Nuestra denuncia de las falsas salidas que estos agentes del juancarlismo proponen a los españoles no les gusta.
Uno podría pensar que pueden aprender de la experiencia, por ejemplo, griega. En la que las huelgas generales que se han sucedido no han evitado la constitución de un gobierno tecnócrata y la aplicación de cuantas imposiciones han exigido desde Berlín. Podrían preguntarse ahora ¿para qué han servido? ¿Un ejercicio gimnástico post-revolucionario? ¿Para desfogarse? No, no lo harán. Nos dirán que algo es algo, que más vale una huelga general que no hacer nada. Pero el PNR no pide que no se haga nada. Llamamos, como tarea prioritaria, a la creación de un partido de nuevo cuño, de un Príncipe colectivo, la única herramienta eficaz en la lucha política.
El PNR quiere mostrar a los trabajadores españoles que su futuro no pasa por acatar las normas del juancarlismo. Queremos hacerles ver que el parcheo del sistema no es más que pan para hoy (en el caso de que se logre parchear) y hambre para mañana. El PNR ni quiere crear sindicatos ni pide que se disuelvan. Ni propone la afiliación en los mismos ni su abandono. Ni ha animado a participar en la huelga del 29-M ni lo ha desaconsejado. El PNR ha advertido que más importante que las huelgas y el sindicalismo es la lucha política por la destrucción del juancarlismo. Que las huelgas que inevitablemente van a ir surgiendo en esta coyuntura de crisis no valen por sí mismas si no es al servicio de este objetivo político.
Cegados por su empeño por salvar la cara al frente sindical del juancarlismo, se niegan a ver que los sindicalistas profesionales se juegan exclusivamente su modus vivendi. Que esa es la razón que les mueve a practicar el matonismo sindical. Nadie con un mínimo sentido de la realidad puede creer que los liberados sindicales que ejercen violencia durante las huelgas lo hacen como expresión de la autodefensa de los trabajadores frente al matonismo empresarial. Es muy triste ver a trabajadores no afiliados equiparar su legítimo derecho a defender el pan de sus hijos con el interés espurio de los aparatchik del sindicalismo juancarlista. Víctimas de una especie de síndrome de Estocolmo acaban partiéndose la cara a las puertas de Mercamadrid o las cocheras del Metro junto con los mismos liberados que no van a dejar de ingresar el jornal del día de huelga por incluirlo en su cupo de horas mensuales.
En definitiva, nos acusan de desmovilizadores por ser unos «hiper-mega-super-revolucionarios ajenos a lo real», dicen. Lo hacen quienes ante una huelga general organizada por los sindicatos del régimen se derriten por ejercer de comparsas durante tan deseada “jornada de lucha”. Nosotros no queremos parches ni reformas del régimen juancarlista ni del sistema capitalista. Les es tan ajena la lucha política que afirman que es más “útil” (aunque nunca digan para qué) participar en una puntual huelga que dedicarse día a día, hora a hora, a la construcción de un partido revolucionario. Dicen que nuestra línea lleva al inmovilismo porque son unos simples resultadistas. Son de los que acaban acudiendo a las elecciones del juancarlismo a votar a «lo menos malo con una pinza en la nariz porque algo hay que hacer», por la misma razón: un realismo mal entendido.
Dicen que la creación de un partido político lleva a la inacción. Claro, son apolíticos. Y absurdos. Los militantes del PNR sabemos que no podemos crear nosotros mismos las condiciones objetivas revolucionarias. Parece ser que ellos sí lo creen posible participando en una huelga general. Sabemos que eso no depende de nosotros. Por eso hacemos lo que sí está a nuestro alcance: engrasar nuestra maquinaria política, aprestarla al combate.
A sus ojos, todos los demás sólo podemos caer en el inmovilismo. Todos los que no corremos como ellos cual gallinas descabezadas llevamos a la inacción. Desprecian cualquier proyecto político revolucionario fundamentado en la implacabilidad organizativa, la persistencia en la lucha política, la estricta selección de sus militantes, la tenaz formación de los mismos, la abnegada tarea de propaganda y agitación… porque o no lo entienden, o no están dispuestos al sacrificio. Ni siquiera quieren identificar al enemigo, requisito imprescindible para una eficaz lucha política, porque se encuentran muy a gusto bajo su bota. Prefieren ser los tíos Tom del juancarlismo.