El Partido Nacional Republicano está a favor de una Europa de las Naciones-Estado, vinculadas por lazos confederales y respetuosas con la soberanía popular directa. Y dispuestas a la experiencia de un nuevo socialismo que nos preserve de las recurrentes crisis capitalistas. Pero esa Europa no nacerá de la evolución de la actual Eurolandia. Sólo podrá resultar de su desagregación primero, y de su demolición después. Se requiere pasar de la indiferencia (abstención) y del rechazo electorales (Francia, Holanda, Irlanda…) a la ruptura. El PNR ha manifestado reiteradamente su rechazo a Eurolandia y a sus regímenes vasallos, como la monarquía juancarlista y sus aparatos políticos y sindicales, el PSOE, el PP, IU, UPyD, nacionalistas separatistas, UGT y CCOO.
La actual crisis internacional del capitalismo agudiza las contradicciones entre los bloques imperialistas. Entre USA y Eurolandia, como se ha constatado en la reciente reunión del G-20. E introduce, además, fermentos de dislocación en la propia Eurolandia: el Banco Central Europeo ha debido arrumbar sus políticas monetarias neoliberales, impuestas por Trichet al servicio del capitalismo alemán y su obsesiva lucha contra la inflación; múltiples naciones se lanzan por la pendiente de gigantescos gastos públicos y creciente endeudamiento. Y, pese a las jeremiadas de las escuelas liberales ortodoxas, se suceden sin cesar las intervenciones estatales.
Asistimos alborozados a esa incipiente quiebra del vigente “modelo europeo”. La consideramos necesaria para que España y otras naciones europeas con solera puedan seguir existiendo y renovarse. Sólo con ellas –y no contra ellas-, y sólo a través de su transformación democrática y socialista, será posible avanzar hacia una Europa realmente ilusionante y con proyección mundial.
Nuestra impotencia europapanata
Lastramos, lamentablemente, un europapanatismo impuesto desde la “transición democrática”. La monarquía juancarlista y su partitocracia embrionaria perseguían la consolidación del nuevo régimen mediante su homologación, a todo coste, por las instituciones de la CEE. El camino estaba desbrozado: el sentimiento patriótico español languidecía emponzoñado por la identificación de la idea de España con el “régimen anterior”. A la par, resurgían con virulencia los separatismos, travestidos de “nacionalismo democrático” por el juancarlismo. El jubiloso “¡Ya somos europeos!” conjuraba todos nuestros males y los diluía en una pretendida entidad supranacional. Ha transcurrido demasiado tiempo para no percatarnos de que nos vendieron un grandísimo bluff. Es hora de soltar amarras.
Significado de Eurolandia
La UE, es decir, Eurolandia, constituye un bloque imperialista depredador en concurrencia de capital con el norteamericano, pero asentado en idénticos principios ideológicos y militarmente subordinado al mismo. Su significado es, para nosotros, muy claro.
1. Anulación de la soberanía nacional de España, en aras de los intereses de otras naciones: las que proporcionan matriz a las concentraciones financieras y oligopolios más potentes, Alemania y su Mitteleurope, secundadas por Francia.
La inmolación de la soberanía nacional afecta singularmente a las facultades rectoras del Estado en materia económica y social. Así, la UE fue alumbrada bajo los dogmas del monetarismo con sus instituciones clave, el Banco Central Europeo y el euro, como meros trasuntos del Bundesbank y el Deutsche Mark alemanes. Los Estados integrantes de la Unión Monetaria han cedido a una supuesta institución aséptica, el Banco Central Europeo, dos instrumentos esenciales de la dirección económica: la fijación de los tipos de interés y la determinación de las tasas de cambio de su moneda. Su margen de maniobra se limita a la política de gasto público, con las restricciones que impone el Pacto de Estabilidad, y la política fiscal, igualmente limitada por las exigencias de las políticas de armonización.
2. Europa antidemocrática, de vasallos y, a la vez, coartada y amparo de la frustración de la democracia efectiva en nuestro país. Eurolandia no se legitima en principios de representación democrática alguno. Ni a través de los Estados miembros, ni de los ciudadanos. Frente al principio de un Estado miembro un voto, que ponga en pie de igualdad a todos los integrantes de la Unión, se impone sistemas de mayorías reforzadas y cláusulas poblacionales para blindar la preponderancia de los grandes y relegar al resto de Estados, cual es el caso de España. El Parlamento Europeo, integrado por los representantes elegidos por los ciudadanos, es una simple cámara consultiva; de manera que las instituciones que encarnan el ejecutivo -Comisión y Consejo- no están sometidas a control alguno.
Además, Eurolandia es incompatible con cualquier noción de democracia efectiva para España: ha apuntalado al régimen que sufrimos otorgándole reconocimiento. En contrapartida, éste oficia de sátrapa del euro-capitalismo permitiendo la embestida de la libre circulación de capitales, mercancías y personas contra los trabajadores españoles y la penetración colonizadora extranjera.
3. Aliento de la disgregación de las naciones existentes. La trayectoria de Eurolandia es inequívoca. Partición de Checoslovaquia y voladura de Yugoslavia, siempre bajo instigación germana. A continuación, proceso de "federalización" de Italia e intentonas de regionalización de Portugal. Asistencia impávida al proceso de desintegración territorial de España, con audiencia a etarras en sede institucional europea incluida. En lo reciente, estímulo y reconocimiento de la independencia de Kosovo, otro Estado narco-islámico, además de Bosnia, empotrado en las fronteras de Europa.
Esta lógica destructiva, que legitima las aspiraciones de los separatistas de toda Europa, exige que en cada país haya peones dispuestos a ejecutarla- En España, es la lógica de confederalización, insita en el Estado de las Autonomías, impulsada ahora por el Estatuto de Cataluña y la “realidad nacional andaluza”, a la que van a seguir las demás “nacionalidades históricas”, a instancias del PSOE y el PP, secundados por el separatismo y con el beneplácito de la Corona.
4. Europa del Capital. En nombre de los “Derechos del Hombre” –que no son más que los derechos del Individuo, un propietario asocial-, se consagra el derecho a la disposición privada de los medios de producción en todos los ámbitos. Esto, en el periodo histórico actual, desemboca en la dictadura de las grandes concentraciones industriales, comerciales y financieras e impone la subordinación de la política de la mayoría de países a la economía de las naciones centroeuropeas. Entroniza una “economía de mercado”, en nombre de la “libre competencia”, cuando es el actual un mercado cartelizado por grandes oligopolios y entidades bancarias, que quiere apoderarse de todo lo que queda fuera de él, de todo lo público: la sanidad, educación, asistencia social, luz, gas, agua, sistemas de protección social, etc. El gobierno del PSOE ha empezado a implantar, desde octubre del 2008, el llamado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) o proceso Bolonia, cuyo objetivo final es poner la enseñanza y la investigación públicas en manos de las empresas privadas en todos los terrenos: desde la financiación hasta el funcionamiento, la contratación de personal o el diseño curricular.
Se alienta sin cesar reformas laborales impulsoras de la flexibilidad y la precariedad. Quieren unas relaciones laborales "adaptables". Disponen ahora de auténticas máquinas de guerra para imponer el deterioro del conjunto de las condiciones de trabajo. Éstas son, ante todo, la presión de la inmigración masiva y la amenaza de la deslocalización de empresas, que empujan las retribuciones hacia la baja y menoscaban todos los derechos laborales.
La división del trabajo instaurada por el capital centro-europeo conviene a la rapaz oligarquía de bancos, oligopolios y grandes empresas privatizadas que alzan su hegemonía en nuestro país. Pero esto ha significado el desbaratamiento de nuestra agricultura, ganadería y pesca, el desmantelamiento final de nuestra industria nacional –su peso en el PIB ha pasado del 56% a poco más del 17%-. A la vez, en nombre de la “la lucha contra el proteccionismo”, se ha franqueado el paso a las importaciones salvajes que están hundiendo a sectores enteros de pequeña y mediana empresa, Todo ello ha contribuido a reducir a España a un área de servicios.
La gran crisis
La respuesta de los Estados de la UE -incluida España- a la crisis económica ha sido desembolsar astronómicas cifras para rescatar a los sectores del capital en quiebra, a través de un tremendo endeudamiento que apunta en la actualidad a la desestabilización de la UE. Pese a ello, el desplome prosigue en diversos países, entre ellos el nuestro, en forma de deflación demoledora que dispara una espiral de endeudamiento público abocado, tarde o temprano, al colapso financiero del Estado. Entonces mendigaremos ser salvados por Europa.
Ni el Banco Central Europeo, ni el Fondo Monetario Internacional extenderán un cheque en blanco para prestar fondos a los Estados de la UE hundidos. Así, en el hipotético caso de que se optara por el auxilio de estas economías quebradas no sería a cambio de nada, sino condicionando a los Estados beneficiarios del rescate al cumplimiento de políticas restrictivas del gasto público y de una drástica reducción de los salarios, los costes laborales y sociales. Invariablemente, ello implicaría la caída libre del PIB y una prolongada depresión que arrojaría a la pauperización a una buena parte de las poblaciones.
La actual Expaña podría ser firme candidata a un rescate en los términos expuestos. Si bien los aparatos del régimen deberían repartirse el tremendo coste político del rescate, el pueblo español sería el que pecharía con sus terribles consecuencias.
Ante las próximas elecciones europeas
Por todo ello, recomendamos que no se vote a ninguno de los partidos que han educado a los trabajadores en el olvido de España, e incluso en el odio a la misma, en nombre de Eurolandia como tabla de salvación. La desgracia de los españoles reside precisamente en que nos hemos quedado sin Estado nacional que merezca tal nombre. Nuestra única posibilidad de defendernos es construirlo, y para esto hay que defenestrar a toda la partitocracia que nos aplasta, saquea y se ríe de nosotros. Hay que derrocar la monarquía juancarlista al completo e instaurar un Estado nacional fuerte y entregado a la defensa del interés público: una República española a la que no le tiemble la mano ante el poder del capital. Una República que erija al Trabajo en contenido esencial del concepto de ciudadanía y que confluya con los esfuerzos de otros países en el combate por una Nueva Europa. En este camino, proponemos el voto en blanco como expresión de repudio activo al régimen y a todas sus facciones políticas, al sistema antisocial en que reposan y a la repelente Eurolandia en que se cobijan.