En las primarias de los partidos del régimen se enfrentan unos candidatos que no discuten de política y mucho menos de ideología. Se pelean para amorrarse a las prebendas del poder, a costa de los contribuyentes. Los afiliados, que tampoco se plantean debate político alguno, votan a aquellos candidatos que les merecen más confianza para vencer en la contienda electoral y, con ello, mejorar las posibilidades de solucionar “lo suyo”, sus lentejas.
Tomás Gómez y Trinidad Jiménez siquiera se han molestado en fingir alguna diferencia programática. Han compartido un mismo programa zapaterino de sañudas agresiones a los trabajadores, enmascarado con afeites “progresistas” (hembrismo de género, ecolatría, necrofilia histórica, complicidad con el nacionalismo antiespañol, etc.).
Sin embargo, esas primarias han tenido cierta relevancia. Al volcarse Zapatero en apoyo de su paracaidista Trini, han sido reveladoras del ascendente de “Maquiavelo de León” sobre un sector muy importante del partido. Confrontados dos candidatos que políticamente no diferían en nada, la mayoría de los militantes del PSOE madrileño han optado por aquel que no venía avalado por Zapatero y el resto de su nueva guardia (Rubalcaba, Blanco, Fernández de la Vega, Pajín, etc.). Han dado su apoyo a un zapaterista de carril y tosco populista que, sin embargo, simbolizaba la oposición a las injerencias de una ejecutiva federal que está cosechando un fracaso tras otro.
Todo esto debe situarse en un contexto general. En vísperas de las primarias, El País, uno de los periódicos más afines al PSOE, destacaba simultáneamente el fracaso de la huelga general de UGT y CCOO, una «huelga general de caballeros», pactada con el gobierno, y que Rajoy ya le sacaba 14 puntos de ventaja a Zapatero. A la vista del resultado de las primarias, y en el espacio de unos pocos días, se han evidenciado tres hechos: aparecen deslegitimados ante la mayoría de la población trabajadora unos grandes sindicatos que han sido herramientas del PSOE, éste cae electoralmente en picado, y se extiende el descrédito del propio Zapatero ante núcleos relevantes de militantes del PSOE. Entramos en una fase en que, con vista al mantenimiento de la sopa boba partitocrática, contar con el respaldo de Zapatero empieza a constituir un demérito. El optimista patológico pierde a raudales el carisma, la “baraka” y el respeto de muchos de los suyos. Este descrédito crecerá con la anunciada derrota del PSC amontillado en noviembre y con el presumible descalabro del PSOE en las municipales y autonómicas de mayo.
Sin embargo, no existe un “tomasismo” ideológico y político, portador de aire fresco. Y tampoco es Tomás Gómez un héroe, como se ha intentado vender por algunos. No es el hombre que le dijo no a Zapatero, sino el hombre que le ha dicho que sí a todo, salvo cuando Zapatero quiso quitarlo de en medio para poner a una amiga suya. Más aún: no es improbable que un sector del PSOE, vinculado a la vieja guardia felipista y al rescoldo guerrista, haya animado a Gómez a resistir, convenciéndole de la posibilidad de un relanzamiento electoral o, por lo menos, de un control de daños en 2012. Y esto merced a un cambio de caballo que impida al tancredista y carroñero Rajoy un paseo militar frente a un muñeco roto. No es el momento de especular cuál puede ser el tapado. Lo único que cabe prever, si las cosas son así, es que está asegurada la fronda dentro del PSOE. Desde luego, el aparato se echará a la yugular de Gómez si pierde contra Aguirre, y Zapatero tratará de resistir hasta el final, aunque sus bazas se reducen cada vez más a una sola, la del “proceso de paz” en colaboración con ETA.
Zapatero ha debido asumir, por imposición de Eurolandia y del Fondo Monetario Internacional, el plan de ajuste neoliberal al que se venía resistiendo hasta mayo pasado. Hace un tiempo, entre los sectores de la derecha que pastorea Jiménez Losantos se alzaron voces definiendo a Ruiz Gallardón como submarino del PSOE dentro del PP. Hoy mucho más cierto es que Rodríguez Zapatero se está comportando como un submarino atómico del PP dentro del PSOE. Aporta más votos al PP que la mejor campaña que éste pudiera organizar. Pero todo esto indica que nada en absoluto cambiará si Rajoy gana unas elecciones generales. Tras el pacto para sepultar en una montaña de mentiras la matanza del 11-M, PSOE y PP marchan de hecho conjuntamente hacia la “Nación de naciones” y Zapatero ha comenzado a aplicar el programa económico del PP.
La necesaria lucha contra el cretinismo parlamentario
En los últimos meses, el Partido Nacional Republicano se ha esforzado en clarificar la naturaleza de los grandes sindicatos. CCOO y UGT son órganos –constitucionalizados– del régimen del gran capital. En los meses próximos el empeño clarificador debe abarcar nuevos aspectos. Habrá de referirse a las falacias que distinguen entre “partidos obreros” y “partidos burgueses”, o que erigen una muralla china entre la derecha y la izquierda. PSOE y PP, UPyD y IU, CiU y PNV, etc. son simplemente fracciones del aparato político de la monarquía de los banqueros. En el marco de ese régimen, de sus mecanismos electorales, y a través de los mentados partidos o de cualquier otro similar, no es posible el más mínimo paso en la reconstrucción política, social, económica y moral de Nación española.
Comienza una larga fase de lucha contra el cretinismo parlamentario: por la extensión de la abstención activa, entendida como un jalón más entre las dinámicas de acción directa que deben conducir al derrocamiento del juancarlismo y a franquear el camino de instauración de la república española unitaria y socialista.